sábado, 7 de noviembre de 2009

Noche de animas

DESPUES DE CENAR LLEGABA LO MEJOR

Los mayores se arrancaban a contar viejas historias, iniciando la velada el abuelo, con comentarios de este tipo:

-Zagales, esta noche hay que meterse pronto en la cama, pues las animas andan por la oscuridad y, hasta que no se hace de dia y se celebran los Difuntos, pueden quedarse por los cados de las casas.

La abuela replicaba:

- Y ni aun asi, que si alguna no esta a bien con Dios siguen por alli vagando. En Casa Mariano, acuérdate, que noches pasaron...

-¿ Que paso yaya ?

-Pues que todas las noches sentian ruidos por la falsa. Primero pensaban que eran ratones y pusieron cepos...Pero ni ratones ni nada...Aquello era un irse a dormir y venga un "run run " como de cadenas arrsatradas, que decian eran almas en pena del Purgatorio que no podian llegar al cielo. El pobre Mariano, que en gloria este, subía al desván y justo cuando asomaba la cabeza por la puerta, ¡Cataclan! . Un estrapalucio tremendo y la vela se apagaba, bajando el pobre a tientas, blanco como esa pared.

Al final pusieron un "plater" con judías, arriba del todo, y esa misma noche ya sintieron poca cosa. Al día siguiente faltaban tres judías del plato y marcharon a escape a la abadía a encargar tres misas por el alma de un "tión" que se les murió ese año y se acabaron las cadenas. Aunque el pobre Mariano se murió al poco, yo creo que de aquel susto.

La madre también terciaba:

-"Pa" ruidos malos los de San Pascual Bailón, que el santo lo hace con buena intención pero menuda se armaba. Resulta que, cuando te vas a morir, el santo te avisa con tres trucazos en la pared; y anda que como seas miedoso, cualquiera te mete un susto que no me extraña que solo dures tres días más.

Luego, el abuelo, que era de una aldea cercana a Abizanda, contaba lo de las lumbretas de Clamosa, siempre a petición del crio más mayor que ya lo había escuchado.

-Las noches de verano pasábamos un miedo que "pa que". Resulta que desde casa, que estaba en medio del monte, a casi una hora del pueblo, veíamos todas las noches unas lucetas, unas lumbretas que vagaban por el camposanto de Clamosa. Eran como verdosas y tremolaban en la noche como yendo y viniendo. Los padres no hacían mucho caso, aunque les tenían respeto, eso sí, pero como las habian visto toda la vida.

Luego, cuando fuimos a la escuela, se lo dijimos al maestro, don Julián, y este nos explico que unas veces era de los huesos que llevan fosforo que coge la luz del día y luego relucen como los relojes. Otras, de la putrefacción de los cuerpos que dan como unas llamaradas y lo llaman fuegos fatuos. Pero el miedo no se nos quitaba hasta de mayores y nos echabamos todos juntos en un camastro pretetes, pretetes.

Abuela remataba la velada con el plato fuerte; la historia de Marieta:

-Resulta que una madre no tenia nada "pa" cenar y entonces llamo a su hija Marieta que estaba siempre jugando en la calle, sin pensar en otra cosa.

-¡Marieta! Sube a por perras y marcha a la carnicería a comprar un hígado "pa" cenar que va a venir tu padre y no tenemos nada. Pero fíjate en que gastas las perras.

- Sí mama.

Aún se quedo un rato jugando, y dijeron de andar a la tiendeta a comprar chucherías y allí se gasto todas las perras. En esto que se hace de noche y la carniceria ya cerrada y ni una perra en la pocha... Solo se le ocurrió marchar al cementerio en cuya piedra, que servía de deposito de cadáveres, había un accidentado. Con un cuchillo "ris ras", le corto el hígado, lo envolvió en un periódico y a casa. Su madre lo metió en la sartén y se lo comieron. Marieta no, que le hacia ascos.

- Ya te habrás hartado de marranadas, anda marcha a la cama.

Cuando llevaban un rato durmiendo, Marieta oyó una voz como del más allá que decía.

- Marieta, Marieta, estoy subiendo la primera escalereta.

Y pensó que era alguna broma de críos. Y otra vez.

- Marieta, Marieta, estoy subiendo la segunda escalereta. ( La yaya ponía una voz que daba mucho miedo).

Y así, la Marieta se iba tapando en la cama, hasta que por fin la voz tétrica le decía casi al oído.

-Marieta, Marieta, ya estoy en la ultima escalereta...(Esto lo decía con voz fuerte).

Y a continuación nos mandaban a la cama. Pero no queríamos ir, porque, entre el morbo de oír más historias y el miedo que nos daba quedarnos solos, preferíamos seguir la velada. Al final decían.

-Venga que como den las doce, las animas se os llevaran. Y la madre nos cogía del brazo y nos llevaba a la cama, arropándonos y dándonos un beso que se nos antojaba antídoto contra cualquier mal.

Y así termina la noche más emocionante del año.



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